jueves, 18 de agosto de 2016

El hombre.

La vida del hombre es triste. En nuestra batalla diaria el orgullo siempre vence a la felicidad, nuestra vida es triste, que no dura ni difícil, es triste porque el drama es invisible. Porque queremos ser los mártires de una tragedia inexistente y nos convertimos en mártires de una comedia absurda en la que no aportamos nada. Aportamos violencia, aportamos carisma, nos encanta tanto eso… A veces creo que lo varonil es tan homosexual que mi capacidad irónica no aguanta más, como no aguantamos nosotros la vida. El hombre sabe sobrevivir y desvivirse, e incluso sabe divertirse, pero vivir… Vivir es demasiado fácil para el hombre. Al hombre le gusta la guerra, le gusta ver tíos desnudos golpeándose, le gusta mirarse en el espejo y poner cara de tipo duro, le gusta el conflicto... y la ausencia de este paradójicamente lo mata. Mata su vivacidad, su ilusión, ataca a su felicidad basada en el no pensar, porque un hombre que tiene tiempo de pensar es peligroso, imprevisible como mínimo… Somos ambiguos, somos necios reprimidos por nuestros propios prejuicios y nos gusta odiar... Odiar al resto de hombres tristes, orgullosos e infelices como un drama sin tragedia.

Fotograma de Fight Club (David Fincher, 1999)

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