Rashomon (1950) es la primera película de Akira Kurosawa con una
gran acogida en occidente consiguiendo el
León de Oro del Festival de Venecia. La obra es una adaptación de dos
relatos del escritor Rasho Akutagawa, el autor retrata en Rashomon, relato homónimo de 1915,
la decadencia del Japón del siglo XII a partir de una discusión en las
ruinas de la puerta de Rashomon, un lugar que había sido tan glorioso
anteriormente como indeseable por entonces. En la película los personajes debaten
en ese lugar, durante una simbólica tormenta, sobre el cómo y el porqué de unos
atroces actos que Kurosawa adapta del relato En el Bosque, lugar donde se desarrolla el crimen.
La trama y época adaptadas
funcionan perfectamente como símil emocional del Japón posterior a la Segunda
Guerra Mundial, conflicto que había dejado muy dañada la moral y conciencia de
la sociedad japonesa. Pero también se había generado un grado de apertura que
artísticamente, aunque aún con censura, se traducía en una mayor libertad
frente al tradicionalismo y el acallamiento de la crítica interna nipona
durante la guerra. En propias palabras del director, posteriormente el más
reconocido internacionalmente de su país, ''(Rashomon)
fue como echar agua en los durmientes oídos de la industria de cine
japonesa'' ya que pese a que en su país se interpretó como una película de
difícil comprensión y demasiado occidental, la prensa americana y europea la
elogiaron como toda una obra maestra.
A nivel cinematográfico sorprende
la capacidad de Kurosawa para crear imágenes y captar momentos, por ejemplo la
presentación inicial del templo, que retratan perfectamente el ''estado
anímico'' de cada escena. También destaca la eficiencia con la que demuestra
poder narrar una historia trascendente, con más ingenio que medios, y un
minimalismo que da valor a cada uno de los intencionados detalles mostrados
durante toda la película. Pero en Rashomon
sobresale por completo su guión, el multiperspectivismo narrativo de la
obra se articula a partir de numerosos flashbacks de la misma situación desde
distintos puntos de vista, siendo estos totalmente contradictorios. Así la obra
se dividiría en tres niveles espacio-temporales; el presente en el templo como
reflexión de lo ocurrido, la declaración policial de los involucrados en el
cuartel y las sucesivas y contradictorias narraciones sobre los acontecimientos
en el bosque.
En la primera escena se presenta
a un sacerdote, un leñador y un peregrino que están refugiados en el abandonado
templo. Los dos primeros están afectados por algo que ha sucedido y el
sacerdote se muestra pesimista respecto a las penurias que sufre el mundo. El
peregrino sin embargo es totalmente cínico y consciente del sufrimiento y
egoísmo humano. Tras esto, el primer flashback muestra como el leñador, dando
un paseo, había encontrado el cuerpo de un samurai asesinado. El leñador está
declarando lo ocurrido en el cuartel y esto da paso a la declaración del
sacerdote en la que explica como se había cruzado, con anterioridad, con el
samurái asesinado y su mujer. Así, como un juego de muñecas rusas e historias
dentro de historias avanza la narración hasta llegar a Tajomaru, ladrón y principal sospechoso del
asesinato, él explica como llego a pelear a muerte con ese hombre por el amor
de su mujer y a petición de ella misma tras besarla, todo esto pese a
anteriormente atar al samurái y forzarla a ella violentamente.
Tras una pausa de reflexión en el
templo, el presente, se introduce la versión de la mujer declarando en el
cuartel. Ella llega al sorprendente desenlace de que tras ofrecerse a que su
marido la matara, porque no aguantaba como la miraba tras presenciar su
''impureza'', lo había asesinado inconscientemente y huido al despertar y ver
lo ocurrido. Añade que intento suicidarse en el estanque pero no era lo
suficientemente profundo. Las versiones difieren por completo y posteriormente el asesinado, a través de un
médium, explica como su mujer le traiciono pidiendo a Tajomaru que le matase
para después huir y termina diciendo que se suicidó con la daga desaparecida.
Finalmente, en el templo se
desvela que el leñador había mentido debido a que él era el ladrón de la daga.
Daga que aparece recurrentemente en la película como representación de la
verdad y de la culpa del leñador. La explicación supuestamente real de los
acontecimientos muestra por qué todos habían ocultado parte de lo ocurrido y
modificado las situaciones que les dejaban en mal lugar. La verosimilitud de la
escena es abrumadora; las espadas no paran de temblar y el miedo aparece en la
cara de la mujer que había provocado el enfrentamiento, también en el rostro
del samurái desarmado en el suelo, pero sobre todo en Tajomaru que pospone lo
máximo que puede un asesinato que no quiere cometer. Pero un bebé está llorando
en el interior del templo, se solían abandonar niños en las ruinas de Rashomon
y hasta un demonio se había ido de ahí por miedo. La deshumanización llega al
máximo cuando el peregrino le roba la ropa al bebe escudándose en lo inhumano
de los padres que lo dejaron abandonado. El sacerdote, que había perdido toda
fe en la humanidad, coge al bebe en brazos y el leñador se ofrece a cuidarlo.
Al final, aunque el sacerdote desconfía en primera instancia, la tormenta
desaparece y no le queda más remedio que creer en él. Pese a que el ser humano
es débil, egoísta y mentiroso, también puede tener el valor de la compasión y
de actuar bondadosamente, ese es el camino a seguir que parece plantear
Kurosawa.
Para concluir,
mencionar que la influencia posterior de la película y el director en todo el
mundo es incalculable. En Hollywood se hicieron adaptaciones tanto de Rashomon como de más películas de Akira
Kurosawa con grandes presupuestos, pero sobre todo su estructura narrativa
sigue plenamente vigente en nuestra realidad posmoderna de sobreinformación.
Apreciando su influencia en The usual
suspects, el cine de Tarantino de los 90 (Reservoir dogs, Pulp Fiction)
o hasta en las películas más recientes de David Fincher (The Social Network, Gone Girl).
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